Por: Sandra Dueñes Monárrez.
Chihuahua, Chih., a 28 de junio del 2022.- Los cuerpos de los dos sacerdotes jesuitas fueron recibidos por su pueblo quien en medio de la tristeza danzaron poniendo el alma y el corazón para abrir las puertas del cielo y que este acoja las almas de quienes dieron tanto por la Tarahumara.
Mientras la tierra abrió sus entrañas para acoger sus restos, los cantos se hicieron presentes y el sonido de los tambores lanzaron súplicas transformadas en notas musicales que estremecían los sentidos y que al mismo tiempo nos recuerdan que tan delgada es la línea que separa la vida de la muerte.
“Queridos hermanos, hermanas, en este altar fueron asesinados nuestros hermanos Javier Campos y Joaquín Mora, aquí están los orificios que dejaron las balas, aquí ofrecieron su vida por amor al pueblo rarámuri y al pueblo mestizo de estas tierras serranas, sacrificio que nos recuerda el sacrificio de Jesús”, expresó Luis Gerardo Moro Madrid S.J. provincial de México.
Destacó que el sacrificio de amor de los sacerdotes Javier y Joaquín es para que en la sierra de Chihuahua tengamos paz, “es un sacrificio de amor para sentirnos un solo pueblo, orgulloso de su lengua y su cultura, ellos lucharon por defender sus danzas y sus ritos, así lo hemos visto todos estos días. Ayer caminamos con dignidad, rarámuris y mestizos, juntos”.
Y es que tras los asesinatos de dos hombres de Dios que caminaron aferrados a la paz en medio de una tierra sin ley como lo es la Sierra Tarahumara, donde los enfrentamientos entre cárteles de las drogas es el diario vivir de sus moradores, fue ese lugar, ese espacio donde los dos jesuitas pasaron la totalidad de su vida evangelizando, haciendo lo que muchos no hacen, lo que el Gobierno no hace, pacificando, mediando, brindando esperanza y ofreciendo el consuelo a las víctimas de esta violencia.
Hoy los cuerpos de ambos sacerdotes descansan en ese lugar que tanto amaron y por el cual dieron sus vidas, dejando para la posteridad plasmada su historia como una huella imborrable para futuras generaciones de hombres y mujeres que nunca olvidarán quienes fueron el padre Joaquín y el padre Javier.
Tampoco, el pueblo de Cerocahui olvidará que la muerte de dos jesuitas entregados a un pueblo que hoy llora su pérdida, deja en evidencia el dolor y la desesperanza de las comunidades que hoy viven en la orfandad, por ello el padre provincial de los Jesuitas en México destacó que la muerte de dos mártires es “la oportunidad de construir la paz que hemos soñado por décadas, los ojos del mundo están puestos en estas tierras, nuestro querido Javier y Joaquín nos están abriendo una puerta y un camino para recuperar la paz”.
Y destacó que, en memoria de Javier y de Joaquín, y por la sangre de tantas personas que han sido asesinadas en estas tierras, emprendamos juntos el camino de la paz. Los jesuitas no nos vamos a ir de estas tierras, aquí nos vamos a quedar para seguir construyendo puentes entre mestizos y rarámuris, entre jóvenes y adultos, entre mujeres y hombres, entre gente que quiere la paz y quienes optan por la fuerza, entre el margen y el centro, entre la sierra y las autoridades.