Por: La Redacción.
Ciudad de México., a 11 de agosto del 2023.- No hay país en el mundo que maneje una proporción tan elevada de toneladas de cocaína por habitante como Ecuador. El país sudamericano, bisagra entre los dos grandes productores de hoja de coca de Sudamérica y el mundo, Colombia y Perú, se ha convertido en los últimos 15 años en una plataforma logística para las grandes organizaciones transnacionales del crimen.
Entre ellas destaca el Cártel de Sinaloa, con una experiencia cercana al medio siglo en introducir drogas al gran mercado mundial de consumidores, Estados Unidos.
La celebérrima marca americana del narcotráfico aparece estos días vinculada al asesinato del candidato a la presidencia de Ecuador, Fernando Villavivencio. Atacado a balazos el miércoles, Villavicencio había denunciado en los últimos días las amenazas e intimidaciones contra él mismo y su equipo, de la banda criminal de Los Choneros, presunta aliada de los de Sinaloa desde hace años. Villavicencio acusaba al presunto líder de la banda, alias Fito, de mandarle mensajes amenazantes. Al parecer, a Fito no le gustaba que el candidato hablase de él a la prensa, como ejemplo del crimen y la corrupción que atenazan al país.
Villavicencio murió de los plomazos el mismo miércoles. Visto lo anterior, su ataque parecía señalar directamente a Los Choneros, grupo de criminales nacido en la costa norte ecuatoriana antes del cambio de siglo. Horas más tarde, sin embargo, un grupo de encapuchados vestidos de negro publicó un vídeo adjudicándose el atentado. En el vídeo, uno de ellos decía que eran parte del grupo criminal Los Lobos, escisión de Los Choneros, y acusaba a Villavicencio de no cumplir algún tipo de acuerdo.
La cosa se ha complicado todavía más este jueves, cuando otro grupo de hombres, estos con la cara descubierta y vestidos de blanco, ha publicado un vídeo señalándose como verdaderos integrantes del “GDO [grupo de la delincuencia organizada] Los Lobos”, rechazando toda implicación en el asesinato del candidato. La autoría o no de Los Lobos ha permitido especular largamente sobre las relaciones internacionales del grupo, concretamente sus presuntos vínculos con la marca emergente del crimen mexicano, el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), supuestos rivales de Sinaloa.
Sinaloa o Jalisco, esa es la cuestión. Más allá de nombres y marcas, su presencia en la ecuación exige entender su papel en las dinámicas locales del crimen. ¿Cómo influyen las presuntas alianzas delincuenciales transnacionales en el funcionamiento del crimen local? En una entrevista con un medio ecuatoriano hace mes y medio, el académico Fernando Carrión hablaba de una lógica de holding. Así, grupos criminales mexicanos usarían a bandas como Los Choneros y Los Lobos para transportar cocaína, importar materiales para su producción, etcétera.
No son ocupaciones menores. Carrión explicaba que Ecuador distribuye cada año entre 700 y 800 toneladas de cocaína. La mayor parte se va al norte, rumbo a Estados Unidos, otra parte se va a Brasil, segundo consumidor mundial de cocaína y derivados, y una parte más se queda en el lugar, alimentando mercados locales cada vez más importantes, fenómeno común al resto de América Latina. Los gobiernos consignan parte también. Solo en 2021 fueron 210 toneladas, según las autoridades locales.
Daniel Pontón, decano de la Escuela de Seguridad y Defensa del Instituto de Altos Estudios Nacionales de Ecuador, explica que la presencia de organizaciones mexicanas en el país data de los primeros años de la década de los 2000. “En los últimos años, en algunas cárceles han aparecido carteles que mencionan también al CJNG”, añade. Sobre la influencia mexicana, el experto imagina un esquema de “contactos”, lejos de una lógica empresarial habitual. “El crimen organizado no funciona como empresa privada, son contactos y franquicias, membretes que gente de aquí emplea en función de los contactos que establecen, y que garantizan seguridad para el manejo de ciertas rutas de trasiego de droga”, señala.
Modus operandi
La académica mexicana Cecilia Farfán-Méndez asume que grupos criminales mexicanos como el Cartel de Sinaloa gestionan redes internacionales de tráfico de drogas, pero maneja cierta cautela a la hora de fijar sus formas, sus dinámicas. “Siempre hay esta discusión de cuál es el grupo criminal más poderoso, junto a su expansión internacional”, explica. “Pero la realidad es que es muy difícil tener información robusta y datos concretos sobre la expansión de estos grupos”, añade.
Pontón formula una tesis parecida. “El problema de violencia de Ecuador es endógeno, nuestro. Aquí hemos vivido un proceso de complejización de la violencia muy particular. Claro, está en buena parte financiado por el crimen organizado internacional. Pero no sé hasta qué punto los carteles mexicanos muevan los hilos de lo que sucede aquí”, señala. “Lo cierto es que hay poca información. Se ha hecho mucha investigación periodística, pero ni la academia ni las instituciones tienen un mapa claro de lo que tenemos”.
“El problema principal”, argumenta Farfán-Méndez, “es que dada la cantidad de intermediarios que participan en las diferentes economías ilícitas, ¿qué vuelve a alguien un afiliado de una organización como el Cartel de Sinaloa?”, argumenta. Farfán-Méndez, que dirige el Centro de Estudios sobre las relaciones entre México y Estados Unidos en la Universidad de California, en San Diego, y ha estudiado el modelo de negocio del cartel de Sinaloa, señala que buena parte de las veces, la información sobre el tamaño de los grupos proviene de partes interesadas, como la DEA. En julio, la agencia antidrogas de Estados Unidos calculaba que los cárteles de Sinaloa y Jalisco cuentan alrededor de 45.000 integrantes.
La forma y los intereses de los capítulos internacionales de las organizaciones criminales mexicanas apuntan al núcleo de la cuestión. ¿Qué tanta culpa tienen del aumento de la violencia homicida en Ecuador? ¿Y de la violencia carcelaria, que en los últimos cuatro años ha dejado cientos de muertos en el país? Son preguntas que desembocan en el ataque contra Villavicencio. Más allá de su implicación directa, las maneras criminales en el norte del continente podrían estar permeando los usos en el sur.
Farfán-Méndez invoca aquí a Los Zetas, una de las marcas criminales más conocidas en la primera década de siglo. “Los Zetas eran el grupo favorito de la prensa, se hablaba de algo sofisticado, grande, con capacidad de fuego. Y entonces en muchos lugares hablaban de que vinieron Los Zetas. Si tú eres un criminal, tienes incentivos en decir que perteneces a un grupo de cierto renombre. Puede que te ayude. O sea, no es que no haya relaciones, pero existen incentivos a usar marcas que te pueden ayudar a extraer rentas o lo que sea que busques”.
Con información de El País.